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foto de LA TIENDA VIRTUAL "Camana antiques"

¡Ay, mamá!

Encontré mi cordón umbilical y mi primer diente

Publicado: 2014-02-26

Un día abrí el cofre de mi madre, en el que guardaba sus más preciadas joyas, y encontré un diente. "¿De quién es esto?", le pregunté. "Tuyo", me dijo.

El diente tenía un poco de sangre seca. Lo cogí y traté de colocarlo en mi boca, frente al espejo. Por la diferencia de tamaño, imaginé que debía provenir de una era jurásica. Parecía una pieza de museo, entre los resplandecientes aretes, sortijas y collares de mi madre.

Mi madre me contó que ese pedazo de hueso que todos tenemos pegados en las encías, era uno de mis primeros dientes, que, por alguna extraña razón, "el pericotito" no se había llevado.

Recuerdo a ese entrañable personaje de mi niñez. Aunque nunca lo ví. Pero aún tengo los billetes de diez mil y cinco millones de intis, que el mágico roedor dejaba en mi ventana. Al parecer, no se había informado que eran los años 90`s y el ex Presidente Alberto Fujimori, había cambiado la moneda nacional, al nuevo sol.

Coloqué el diente en el cofre, y seguí a mi madre hasta la sala. Entonces, me mostró su gran colección de recuerdos: dientes, cabellos, grabaciones de voz, primera foto, primera carta escrita a mano, entre otros artículos que, para ella, son invaluables.

Encendió la grabadora y una voz chillona empezó a cantar, mientras giraban los ojos del cassette de sesenta minutos. Escuchamos juntos mi voz. Ella sonreía. "Esa era tu voz", repetía.

Luego, ponía sobre la mesa una de mis primera cartas, escritas con bicolor. Título en rojo y cuerpo en azul. Mi letra se dibujaba con intervalos altos y bajos, como si la hubiera escrito un naúfrago sobre las olas. 

La carta, era una especie de anuncio de despedida de mi parte: "Me voy porque mi papá me prometió llevarme a jugar fútbol". Por supuesto, ese día, cogí mi biblia -mismo testigo de Jehová-, metí mi pelota, un libro de cuentos, y me fui: a la vuelta de la esquina. Tenía miedo a perderme.

Algo más, como había la posibilidad de jamás volviera, metí mi libreta de ahorros del Banco Interbank, en la que mi padrino, me había depositado un millón de intis, que podría retirar cuando tuviera la mayoría de edad. Gracias, Chino, me dejaste sin ahorros.

No sería la primera vez que amenazara con irme de la casa. La siguiente ocasión, fue con guitarra en mano, camisa floreada y jeans ajustados, cuando todos usaban el modelo "carpintero", y arrastraban los pantalones por la calle.

El cariño de una madre es único. Y atesora muchas cosas. Mi madre, no ha cambiado en nada esta costumbre. Ahora, guarda con cariño el parte de novios de mi matrimonio. "Yo vigilaré que no se pierdan los novios de la torta", me dijo. Es como si continuara reuniendo los objetos de valor para la eternidad.

Acusada de cachivachera, al igual que otros familiares, como yo, nadie impedirá que siga guardando fotos, el cordón umbilical de su primogénito, de mi hermana, incluso la partida de nacimiento de nuestra querida mascota, Charly, "el perro - llama".

Ahora, el avance de la tecnología le han dadola oportunidad de perfeccionar sus métodos para "capturar" los momentos del recuerdo.

Cuando veo la foto que acompaña a esta columna, me pregunto, ¿cuántas madres guardan recuerdos de sus hijos? Además, ¿qué cosas son capaces de guardar?

Por herencia, su costumbre se ha vuelto una tradición familiar, que sin propornerme he continuado. Así, en mi biblioteca atesoro mis primeros cuadernos, aquellos donde escribí mis primeros cuentos. Libros antiguos; fotos históricas; monedas; entre otras cosas.

¡Ay, mamá! Eres única. Y lo digo con mucho cariño.


Escrito por

Arturo Valverde

Escritor y periodista


Publicado en

Crónicas

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